Me han dicho que tener un blog es, en estos tiempos que corren, casi una obligación para los que nos dedicamos a la comunicación profesionalmente. Que puedes quedar incluso de `paleta’ empresarial si no lo haces. Por eso, haciendo caso a mi equipo de Medialuna, en especial a los del nueva área de comunicación digital, me he decidido a escribir abiertamente. En esta sección iré comentando, según esté de ánimo, distintas anécdotas de mi vida. Aquellas que considero más enriquecedoras. Ésta, la del viaje que realicé a Arabia Saudí poco antes de que estallaran las revoluciones árabes, es una de mis preferidas. Aquí les regalo mi diario de aquella aventura:
Un viaje de negocios a Arabia Saudí
Viernes 9 de enero de 2009, en el punto de salida
Nieva. Tanto, que tras diez horas de espera en el aeropuerto de Barajas, el vuelo se cancela. Me envían al hotel Auditorium, el mismo en el los árabes celebraron su Conferencia Mundial para el Diálogo en julio de 2008. A eso voy, convocada por el Ministerio de Información y Cultura del Reino de Arabia Saudí, a proponerles que continúen dialogando con el mundo. Llevo en la maleta la propuesta de Relaciones Públicas. Los periódicos titulan “Caos en Madrid”. Salimos a las 21:00 horas del sábado.
Saleh sugiere cambiar mi billete de vuelta. La agenda en RIAD ha cambiado. Todo por una nevada. Volveré el 20 de enero. Sólo hay dos aviones a la semana en Saudí Airlines. Me alegra coger este.
Sábado 10 de enero
Soy la única europea que viaja en este avión. Hay otra, también española. Tuvo que casarse con el padre de su hijo- también español empleado de la embajada española en Riad- para poder viajar a Arabia y vivir allí. No parece arrepentida. El niño tiene 4 años. Ella dice que en Arabia no existe integración posible. Se le ha olvidado la abaya. Las azafatas llevan un velo con gorra graciosa que les cubre la cabeza por detrás. Han sido 34 horas de retraso. Pero despegamos. Leo en la prensa española que el número de muertes de mujeres por violencia machista ha crecido en este año.
Domingo 11 de enero
Vuelo sobre Yeda. La ciudad parece diferente desde arriba. Naranja. Rodeada por un inmenso mar. Luces de colores que resaltan los edificios. Son las 3 menos cuarto en Madrid. Aquí ya las cinco menos cuarto. Este avión es enorme. Poco después, el desierto, lo veo desde arriba como un mar de arena. Me trasladan al hotel. Allí, preparamos la reunión con el ministro de Cultura e Información. Hay que decidir en qué países, cómo, cuándo se celebrarán los debates para el diálogo. Es importante dar continuidad a la iniciativa del rey de Arabia. Diálogo es la palabra más escuchada en Arabia.- Todos hablan de diálogo en la tele. En inglés. El árabe no lo entiendo.
Lunes 12 de enero
Visito la sociedad filantrópica de mujeres. Hacen cerámicas, telas. Me regalan un libro de cocina. Me presentan un power point.
– «Puedes quitarte la abaya», me dicen al entrar.
– No, está bien así (yo que no me había preocupado esa mañana por lo que llevaba dentro).
Té, café, dátiles. Siempre, en cada encuentro. Me acompaña Mona. Ella es la que me ha ayudado a desarrollar esta agenda de encuentros y visitas. Le ha pedido el Ministerio que colabore conmigo en este viaje. Es un regalo por el éxito de Madrid.
Martes 13 de enero
Visito en su casa a una mujer morena, menuda, con la piel fina y una enorme piscina en el patio. La chimenea, el té el café. Su hijo es financiero, su hija estudia interiorismo. Hay que tener la mezcla adecuada de razón y de sentimiento, de poesía y de lógica.
Le hago una foto en su casa. Se queda preocupada. Me llama a las tres horas para pedirme que no use su imagen.
Está prohibido en Arabia fotografiar mujeres. ¿Lo dice el Islam? No. Ellos siempre hablan de respeto. No quieren fotografiarse. No salen en la Prensa, me resulta chocante.
Por la tarde voy a casa de MONA. Me enseña fotos de sus viajes por Europa. Comemos con su hermana. Una mujer asiática cuida a su hijo. Todas, o casi todas son asiáticas. Muestra sus fotos, las de los viajes. Dice que todo depende de la familia y la costumbre. Cuando ella viaja por Europa se pone a veces minifalda.Voy a casa de la señora Salva Al Hugail. Es pintora. Dice que esa casa tiene tantos años como su matrimonio. Parece feliz, recién salida de la peluquería. Su pelo moreno, su aire de andaluza. Su nieta al lado, la casa es un palacio. Dice que espera ver algún día, antes de morir, a su nieta conducir en Arabia. Tendrán que pasar unos años…Sí es cierto, aquí, no suele andar la gente por la calle, aunque en esto hay que reconocer que están preocupados. Las cosas son distintas en Arabia. Su tarjeta es bonita, como su casa, como ella.
Miércoles 14 de enero
Voy a ver al doctor Bagarder a su despacho. Tiene muchos libros, en inglés, en árabe. Es un hombre que despide energía. Lo conocí en Casa Blanca, con el ministro. El fue quien me explicó cómo fue la guerra civil española. Ofrece su colaboración, sus ideas para el libro. Dice que es imprescindible que haya una colaboradora en RIAD para poder poner en marcha el libro. Quiero mujeres destacadas que hablen de sí mismas, como ellas quieran, que expliquen cómo son, cómo piensan. Mucho café, mucho té. Siempre, dátiles, dulces. Nunca faltan. Son algunos símbolos de su amabilidad.
Jueves 15 de enero
Visito el museo de la Universidad. Me regalan un libro en inglés sobre hábitos de consumo. Varias estudiantes hacen sus estudios o miran con lupa algo en mitad de la exposición. No puedo reconocerlas. Salvo por sus ojos morenos.
Viernes 16 de enero
Con Saleh, el viceministro de información y cultura, en el desierto. Su primo también viene. Dos hombres y un destino. Fuego, misterio. El desierto siempre será el desierto. No puedo describirlo. Aún puedo olerlo. Dicen que los excrementos de los camellos cuando comen esa planta especial que huele a lo que huele, parecen compuestos de perfume.
Me lo llevo al hotel en una bolsa.
Dibujo en el desierto un título para el libro: mujeres de Arabia; mujeres saudíes. Me gusta la portada. Les gusta la portada. Algún día lo editaré.
Sábado 19 de enero
Reunión en el ministerio. Con el ministro, Iyad Madani, y sus jefes. Todo el equipo al completo. Espero en la entrada. Me llaman. Entro y camino por uno de los lados de la inmensa y lujosa mesa de madera color cerezo en la que están sentados 21 poderosos diputados con su ministro al frente. Paso vestida de negro aunque con la cabeza descubierto. Me siento. Nunca olvidaré el paseo. Sus vestimentas, sus almendras y dátiles sobre una pequeña bandeja. Me dan la palabra para que explique la propuesta de comunicación: la puesta en marcha de un plan para el diálogo en toda Europa, más de doce agencias implicadas en Europa. Me escuchan. Cada cual realiza sugerencias. El ministro dice con sentido del humor, ¿está todo suficientemente liado? Me voy. Contenta. Nunca una propuesta había llegado tan alto. Lo sé. Les ha gustado el debate sobre si debemos o no organizar los debates por cada país con el apoyo de distintas universidades de prestigio o no. Así se lo hago saber a mi equipo de Medialuna en Madrid. La propuesta parece estar vendida.
Domingo, 20 de enero
Visito un hotel exclusivo de mujeres. Parece uno de esos con encanto que venden en la guía Rusticae. Lo han criticado algunos. No tienen motivos. La idea es estupenda. ¿Por qué no hacerlo si es una sociedad separada entre hombres y mujeres? Ahí hay relajación total. Llevan uno abiertos. Lo recorremos. El SPA es maravilloso. Relajación, masajes, placer para los sentidos. Olor a flores. Habitaciones pequeñas. De colores. Como si a las mujeres nos gustara lo pequeño y colorido. No parece demasiado caro.
Lunes, 21 de enero
Veo un programa para niños en televisión. Aquí no hay pornografía, ni peligros. “Es un paraíso para la familia”, dice Saleh. Me voy con la princesa al desierto. Les ha gustado la idea de la portada, pero quieren hacerla mejor, en otra zona.
La princesa me invita al foro de la juventud que están organizando. Todo parece en RIAD recién estrenado. Una ciudad nueva. Lo es.
Me gustan las palmeras, los edificios de cristal. No he visto ningún pozo petrolífero. Tendré que volver.
– ¿Es tu primera vez en Arabia?, me pregunta el director, el hombre clave en el CENTRO PARA EL DIÁLOGO NACIONAL.
– Como si fuera fácil venir… pienso sin decirlo. Hace falta un visado especial, motivos, cartas, las mujeres no pueden viajar solas, sin la compañía de un marido o un hombre protector.
Me dice que hacen cursos, muchos cursos; también que vio en Barcelona gente de marcha en discotecas, bebiendo y fumando. Se asombra de cómo somos en Europa. Le gustó España. Creo que le pareció un escándalo.
Me pregunta por el tamaño de mi compañía y qué me pareció la cobertura obtenida en la Conferencia para el Diálogo mantenida y organizada en Madrid.
Hablamos de la ropa… «sí, nuestra ropa es cómoda pero peligrosa para engordar”, dice con gracia.
Es mi último día en Arabia saudí. Visito un centro para niños autistas y después, me voy al desierto con ellas. La princesa tiene las manos finas, le gusta la idea del libro. Tiene también fortaleza en el carácter. Una larga melena negra destapada. Respiran el aire del desierto como yo cuando voy a los Picos de Europa, como si estuvieran en plena naturaleza. Abren sus brazos al solo y se dejan abrazar por el aroma de esa planta que les gusta comer a los camellos. Aman Arabia. «Nosotros somos diferentes», dice Rogaia, «nunca vamos a hacer una manifestación para reivindicar que las mujeres podamos conducir en este país. No es nuestra cultura».
Noche de vuelta a Madrid
Quiero volver. Me llevo el desierto. El mundo de otro color, la ropa negra de mujer. Los dátiles, el café. Los deseos de ser. La falta de sentido común. La maleta de Rogaia llena de historias diferentes.