¿Quién soy en realidad? Tal vez, haya construido mi identidad por imitación, como tú, como tantos. Soy «hija de mi padre», según determinó Alicia Kaufmann, en Mujer, poder y dinero (LoQueNoExiste, 2014). Tengo suerte de que esta imagen paterna, guardada en mi memoria desde niña, me siga gustando: empresario, generoso, amigo de sus amigos, poeta inconsciente o sin escuela.
Intento describirme ahora, por si me hubiera equivocado de destino construyendo un yo ficticio o estuviera enmascarada en otra piel ajena, equivocada. Quiero ser yo, en esencia. Nadie más. Por eso, debo cuestionarme, hacerme la pregunta del propósito de mi vida.
Rasco en mi infancia para descubrirme en tres secretos: mis valores, alguna habilidad, y mi pasión más tierna. Son las tres preguntas claves para entenderme como ser humano. Es una cuestión que también afecta a las empresas, a Medialuna, a la editorial LoQueNoExiste, a las grandes corporaciones y a las pequeñas organizaciones. En el ámbito de los negocios lo llaman, de formas variadas: misión, posicionamiento, con el fin de que muchos individuos se sumen al reto y se identifiquen con la marca. Cada equipo humano configura una personalidad propia que, cuando resulta auténtica y se encuentra en armonía, funciona. El problema son, aquí también, en el mundo de los negocios, las máscaras.
Vuelvo a la primera persona. Sabes que desde mi, también tú puedes descubrirte. Somos seres conectados. Si yo me entiendo, podré también entender tu vida y viceversa.
Desde niña, lo escribía todo, incluso con la yema de mi dedo índice en el vapor de las ventanas de la cocina de casa. Me recuerdo haciendo palabras en el cristal vaporoso, en los días de lluvia y de inverno, dibujando castillos, redactando mi destino mientras mi madre hervía el cocido. ¿Qué valores me inspiraban entonces, con seis o siete años? El afecto, la hermandad, la cercanía del otro, la compañía. ¿Cuál era mi pasión, aquello a lo que dedicaba mucho tiempo sin darme cuenta? Me pasaba las tardes pensando y escribiendo.
-«Un día escribiré una novela», me prometí.
Aún sigue pendiente el primer capítulo y, sin embargo, he generado el ambiente idóneo para hacerlo.
A menudo, observo personas dormidas; sin encontrar la razón para sus propias vidas.
Cuando crecemos, solemos olvidar quién somos, enmascarados en roles varios, uniformes de trabajo o etiquetas impuestas. Esta mañana he preguntado a mi hija Luz si sabe para qué vino al mundo. Tiene siete años y claridad de ideas: «Estoy entre dos cosas», ha dicho, «o disfrutar o bailar». Se pasa el día bailando en casa. Quiero acompañarla. Me he apuntado salsa para no perderme su vida 🙂