Se me ha pasado la apatía. Esta noche quiero escribirte.Necesito tu respuesta; que me digas qué te parece, si tiene lógica lo que siento o son imaginaciones sin fundamento.
Verás, a menudo, me pregunto si seré capaz de mantenerme más o menos aceptable, agradable, con la misma fortaleza de siempre. Tengo una amiga demasiado sincera que me incluye sin piedad en sus propios fatalismos. Ayer, sin ir más lejos, va y me suelta:
– «Tía, que ya somos muy mayores, a esta edad no te comes ni un roscón de reyes (por aquello de los kilos)»
Y otra, más fina, incluso catedrática, que me ha lanzado esta otra, igual o más demoledora, que suele usarse a modo de consolación y que te deja de canto:
– «Todavía eres joven»
Y me he quedado pensativa con estas tres palabras en forma de estaca, acribillándome la espina dorsal, sin decir ni mu. La primera fresca verbal he sido capaz de rebatirla así de fácil. Para eso tengo confianza:
– Mira, vieja serás tú. Yo me siento mejor que nunca. Liberada, feliz, libre, independiente. Soy más yo que el día mismo que nací. Me pertenezco.
Sin embargo, esas tres palabras – todavía eres joven- me han pillado tan desprevenida que sigo intentando encontrar su verdadero significado en varias enciclopedias. Ese»todavía» me suena a que me queda medio verano para cambiar de estación; como si tuviera que correr en busca de algún puente que me salve del invierno.Es curioso el poder de solo tres palabras tan comunes.
¿Qué se hace en esa etapa de la vida en la que no soy joven ni vieja? ¿Por qué se empeñan los demás en etiquetar mi estado como una especie de túnel sin fondo ni forma? Esta noche no voy a pensarlo.
He decidido escribirte para seas tú el que me respondas. Sinceramente, he puesto esta foto a propósito para que veas que he aumentado los amigos, y que estoy agrandando mi circuito vital de forma insospechada.Nunca te he pedido opinión en los siete años que llevo escribiendo este blog. Esta vez, lo necesito.
Siento que viajo en un tren que me lleva a destinos maravillosos. Van subiendo pasajeros; otros que me saludan al pasar y, algunos, también, se bajan. Me gustan poco los adioses, pero he aprendido que no todos van al mismo puerto, ni quieren la misma velocidad. Siempre han existido las gaviotas y los pastores de ovejas.
Dime, por favor, qué opinas tú de mis dos amigas. ¿Debería dejar de hablarlas? ¿O mejor captar su mensaje para darme algún tipo de prisa?
Escríbeme o sígueme en mi twitter @MPpescador feliz noche.