Tengo necesidad de escribir. Llevo casi todo el mes de agosto sin hacerlo por culpa de mi nuevo teléfono táctil al que me está costando acostumbrar los dedos. Tuve que despedir a mi querida BlackBerry Passport porque se quedaba sin wasap. Un disgusto, una decepción enorme, considerando mi dependencia a ese teclado mecánico que manejaba con tanta rapidez.
Lo táctil me parece un timo moderno. Ahora me toca escribirlo todo sin apretar ni sentir una sola tecla. ¡No es lo mismo! Pero no me ha quedado otra que acoplarme a la sinfonía general de todos somos táctiles. No estaba dispuesta a quedarme sin wasap por el apego y dependencia a una BlackBerry inadaptada a los nuevos tiempos.
Llevaba doce años conviviendo con la BlackBerry, casi el mismo tiempo que contigo.
En tu caso, me consuela pensar que, en realidad, no me separo de ti sino de la relación. Me alejo para recomponerme, para mejorar mi propia comunicación. Tú, sin embargo, sigues ahí, tan vivo como siempre. Con la BlackBerry me ha pasado lo contrario: he tenido que desprenderme de ella precisamente en el momento más dulce de nuestra relación. Nos habíamos compenetrado del todo. Hubiera seguido con ella toda la vida. Dominaba con maestría cada una de sus teclas. Sabía dónde apretar y dónde no en cada momento. Me respondía veloz. Echo de menos a mi BlackBerry.
Todas las separaciones se parecen unas a otras.
El desacuerdo con wasap ha sido una desgracia personal. A veces, el destino, la situación o la falta de expectativas, nos obligan a tomar decisiones que implican renuncias. Son decisiones dolorosas: Tienes que cortar algunas cuerdas que te atan el cuello y no te dejan respirar para seguir caminando. Duele, ya lo creo. Esa BlackBerry era mi vida. Tenía casi todas mis fotos guardadas en su interior; había escrito los mensajes más importantes, y pasado con ella muchas noches en vela notas de sueños. Como la dominaba, me resultaba sencillo despertarme a cualquier hora y escribir¿Por qué carajo no llegó a un acuerdo con wasap? ¿Tan difícil hubiera sido?
De nada vale lamentarse. Hay que seguir, dejar fluir la vida; aprender a ser táctil.
Creo que todas las separaciones se parecen unas a otras pero cada cual tiene su propio duelo. Ninguna sustituye a otra ni tampoco la experiencia ayuda a superar el nuevo duelo. La vida es un cúmulo de despedidas y de encuentros. Lo sé y no voy a quedarme con la mano pegada en el adiós; prefiero seguir en posición de saludo, con la sonrisa puesta, con la mirada al frente, con el deseo de intacto de vivir la vida.
Gracias, querida BlackBerry, por todo lo escrito. Nos espera un otoño diferente. Aunque me hayas decepcionado, no te lo reprocho. Tengo el corazón tranquilo. Este es el último post escrito con tu teclado mecánico. Necesitaba hacerlo antes de guardarte en el cajón.