La de la izquierda es Carmen. Solo ve por dentro. Quiero decir: las emociones, corazonadas, sentimientos, deseos. Tiene una hija música de 25 años. Cuando sólo contaba tres, Carmen llevaba a su pequeña al parque con una sola condición: “si no cumples las reglas, mañana no vuelves. Nunca me defraudó», recuerda. Fue fácil criarla con la visión y fortaleza que muestra esta mujer enérgica.
A su lado está Belén, más fuerte que sus pies «reconstruidos», como ella misma los describe. Narradora de historias reales e imaginarias. La suya es auténtica. Superó el mal sueño de un conductor que cerró los ojos en plena carretera y le aplastó el esbelto cuerpo de escaladora. Belén no se pregunta ni por qué ni cómo. Solo se da respuestas: «no quiero volver a la silla de ruedas». Por eso, tal vez, resiste con sus muletas esta ruta emprendida a pie desde el embalse de Picadas hasta Pelayos de la Presa, en la Sierra de Madrid. Por eso, también, recorre independiente el sendero de su propia vida, sabiendo que «primero ocupo yo mi espacio. Después, dejo sitio para los demás». Es la lección de una sabia escritora, dispuesta a seguir andando aunque el dolor apriete. Solo echa mano del parche de morfina cuando el dolor resulta insoportable. «Hay que aprender a vivir la vida», comenta
Alegría en el pantano de San Juan
A Belén le gusta que los jóvenes amigos de tertulias y excusiones con los que acostumbra a pasar buenos ratos libres le llamen “la abuela”. Aunque no tiene nietos, ni vástagos herederos, conserva intacta la sonrisa de veinteañera y el alma de escaladora. Domina cuestiones vitales.
Como su Carmen tiene música en el corazón, en el alma, en la mente o en el espíritu, como prefieran describir a esa parte del ser humano que se escapa de lo meramente físico y que en ambas parece tan evidente. Las dos suenan al himno de la alegría, esa alegría que proyectan aquellos que, a pesar de todo y a veces en contra de toda circunstancia, han encontrado de paz a fuerza de perseguirla.
Gracias amigas, por compartir picnic en el Pantano de San Juan, junto a los voluntarios de Laboratorios Rovi, encabezados por el promotor de la iniciativa, Eduardo González (Chechu, como todos le llamamos), en esta pequeña aventura de la Fundación Deporte y desafío. Ha sido una bonita mañana de primavera. Medialuna, la empresa de comunicación de Rovi a la que represento, ha disfrutado mucho junto a la Mochate Producciones, recogiendo palabras y grabando las imágenes de esta aventura solidaria. Todos, de alguna manera, nos volvemos con el corazón más lleno, cargado de chavales que necesitan tan sólo una mano de apoyo para airearse al sol, como Jesús, como Jess, y tantos nombres bonitos. En realidad, compartir es vivir. Eso enseñan a todos Carmen y Belén.