Escuché a Jesús Portillo hablar, profunda y sabiamente, de dolor, de sufrimiento, de amor. Ocurrió en la presentación de su último libro- El Testamento vital del profesor Wicket, editado por LoQueNoExiste- a la que acudieron sus alumnos, amigos y familiares. Lo celebramos en el Club Antares de Sevilla, organizado por Medialuna para la editorial LoQueNoExiste el pasado 7 de abril. Decenas de estudiantes, en su mayoría menores de edad, describieron al autor como un mentor y un maestro vital. «Nos enseña a cuestionarnos todo; nos habla de la vida, de las cosas importantes, nos ayuda a vivir». Así se refirió al profesor uno de sus alumnos, que acudía junto a su padre, curioso por conocer al autor del que tanto le había hablado el hijo en casa: «No quería perderme la presentación de este libro.Tenía que venir a conocer a Jesús Portillo. Mi hijo me habla mucho de él, de sus clases», explicaba este padre sevillano.
Emocionante tarde, cargada de homenajes de una madre (la del autor, Jesús Portillo) agradecida por su vida: «Ha sido un buen hijo», dijo. «Era ya filósofo de niño. Después, estudió Filosofía», dijo orgullosa del autor. «Soy hijo de ama de casa y de padre albañil», comentó el autor. «A ellos les debo todo». Derrochaban amor, conocimiento y sabiduría. Su estupenda mujer, sus muchos amigos, le regalaron preciosas palabras, admirados por su obra y sus palabras.Disfruté de todos ellos con Carolina Orihuela, colaboradora de la editorial que viajó conmigo a Sevilla con este motivo.
También, fue un lujo contar con el cardiólogo Luis Pastor, en la presentación de esta maravillosa obra llena de belleza: El Testamento vital del profesor Wicket. No se la pierden si les gusta la buena literatura. En este caso, el autor, tampoco desmerece su obra. Les dejo el discurso completo de Portillo, por si deciden quedarse una tarde de domingo en casa disfrutando de un filósofo de raza.
El discurso de Jesús Portillo
Buenas tardes a todos: familiares, amigos, alumnos, profesores e invitados que aún no tengo el placer de conocer. Hoy me siento especialmente afortunado por haber reunido en esta sala al menos tres generaciones que forman parte de mi vida: personas que me han aportado y a las que espero haber aportado algo de lo que he aprendido..
Quisiera comenzar agradeciendo a Loquenoexiste su confianza a este proyecto tan emocionante para mí, al Club Antares por acogernos, al Dr. Pastor y al Dr. Bañón por colaborar en el encofrado de este sueño y especialmente a mi mujer y a mi familia por haber hecho posible el tiempo que ha requerido poner en pie este relato.
Aun me parece mentira estar sentado aquí delante de vosotros y ver hecho realidad este proyecto al que tanta ilusión he puesto. Cuando comencé a escribirlo pensé que debería ser presentado al público por personas que simbolizaran el espíritu del protagonista y fue entonces cuando pensé en ellos. Un médico y un filólogo comprometidos, un cardiólogo y un humanista; ambos con experiencia en el trato con personas, pero no solo con órganos ni con alumnos. En este caso, si yo fuera el lector y no el autor, y la obra fuera un bocadillo y no un libro, diría que me ha sabido tan bueno gracias al pan que le han puesto. Un prólogo y un epílogo de calidad, como el pan rústico y bien horneado. Gracias de corazón tanto a Luis como a Antonio por involucrarse generosamente en esta aventura, apoyarme y aconsejarme desde el minuto uno.
Supongo que los asistentes querrán escuchar de primera mano un adelanto sobre el libro. Lo haré con cuidado para no hacerme spoiler de mi propio libro, pero quisiera contaros la verdadera historia del Profesor Wicket.
“El testamento vital del profesor Wicket” es un proyecto que nació de la necesidad de compartir vivencias universales en torno a la superación de la enfermedad, la voluntad de denunciar viejas injusticias ignoradas y agradecer a los buenos sanitarios su labor.
Pero, ¿quién es Wicket?
El protagonista realmente no tiene género, ni edad ni enfermedad definida, ni si quiera nombre propio. Esencialmente, podría ser cualquier persona enferma que se enfrenta a la adversidad de manejarse en lo cotidiano y afrontar sus sueños. Resumiendo, es una ficción basada en la propia experiencia, aderezada de gratitud y crítica.
Consideré que era necesario encarnar las experiencias que recoge la novela en una persona en particular, porque de ese modo sería más cercano y creíble. El profesor Wicket tenía que hablar con muchas personas para contarles de primera mano las necesidades, las quejas, los agradecimientos y sobre todo sumergirles en el universo de la discapacidad y la enfermedad. Era el único modo de hacerlo llegar a la gente.
El protagonista habla con médicos, con enfermeros, con celadores, con compañeros de colegio, de instituto, con compañeros de trabajo, con trabajadores sociales, con dirigentes políticos, con sus padres, con sus amigos, con sus hijos e incluso llega a jugar con sus nietos. El ciclo de la vida pasado por el tamiz de esta óptica tan especial que nos hace efímeros e inmortales a la vez. Además de hablar con interlocutores sociales, se asoma a las ventanas de sus miedos, de sus amores, de sus sueños frustrados y de sus proyectos cumplidos. El profesor Wicket se alimenta de la sabiduría popular, del buen hacer de sus mayores (a los que doy las gracias por todo lo que me han enseñado), del caldo de cultivo de la filosofía (a la que le debo parte de lo que soy y la que tanto recomiendo a mis alumnos, como un regalo que deben hacerse) y de la filología; porque como dijo Wittgenstein: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. A caballo entre la lógica aplastante de lo innegable y la fuerza de las experiencias dolorosas en primera persona.
Algunos amigos e incluso algunos alumnos me preguntaban: Portillo ¿de qué trata? ¿es la historia de la tu vida?
En sentido estricto no es una obra autobiográfica, sino más bien polifónica ya que recoge experiencias de enfermos, sanitarios y propias, todas ellas encarnadas en un personaje de ficción llamado Profesor Wicket. La obra es un relato emocional y novelado, dividido en cuarenta y cinco capítulos breves en los que el protagonista de la historia hace un repaso por sus experiencias como enfermo en relación al mundo y a sí mismo.
La historia que compartimos el Profesor Wicket y yo es parcial, pero sin duda esencial. Pretendo animar a los enfermos y discapacitados a reaccionar ante la falsa creencia y el estigma de que la enfermedad nos constituye. Lo cierto es que la enfermedad es una parcela de nosotros, que puede limitar más o menos, pero que en ningún caso define completamente lo que somos. Como cuenta Wicket no somos solo nuestro cuerpo, sino que también (y lo dejo a elección de cada lector y de sus creencias) estamos compuestos por una parte intangible o metafísica que nos hace eternos: nuestra mente, nuestra alma, nuestros sueños…
El profesor Wicket tiene actitud crítica, que no es lo mismo que inconformismo destructivo. Es consciente de lo que hay y de lo que no hay, pero sobre todo de lo que hay. Es la filosofía del TODAVÍA la que pretende transmitir, la del vaso medio lleno, la del baile abrazado y los susurros en el oído, la del apretón de manos y el secado de lágrimas después de unas risas. No nos hacemos la idea, ni de lejos, de lo que sufre la gente. Deberíamos ser más precavidos a la hora de contestar a otra persona de malas formas, porque no sabemos la batalla que está librando en soledad.
Si tuviera que responder a la pregunta ¿cuáles son los objetivos del libro?, diría que su objetivo principal es poner a conversar al protagonista con diferentes interlocutores sociales y etapas de su propia vida para hacer, como el título indica, un testamento o legado de la parte esperanzadora de la historia. Sin embargo, una vez que el lector se meta en el universo del profesor Wicket descubrirá que realmente hay dos objetivos: dar a conocer los beneficios de la resiliencia en lugar de la resignación y, seguramente con más o menos esperanza de cambio, llamar la atención de las personas que pueden cambiar situaciones vitales y no lo hacen, empezando por uno mismo.
Formato:
He pensado mucho en el formato de la obra. Son capítulos breves y aparentemente independientes que funcionan como calas en la profundidad de un río. Está pensado para que el paciente no se canse, para que el sanitario pueda leerlo en sus descansos, para que el público general pueda disfrutarlo camino al trabajo en el autobús o en el metro. He tratado que los contenidos fueran estratégicos no obedeciendo solo a las etapas de su vida, sino también a las fotografías de la memoria a través de la cuales habla consigo mismo, con sus recuerdos, con sus miedos y con sus sueños, como he dicho anteriormente.
La novela aborda de un modo fugaz, pero reflexivo, un puñado de temas relacionados con los sentimientos y las emociones que el enfermo experimenta durante su desarrollo físico y maduración psicológica, asuntos relacionados con la concienciación social y política, unas instantáneas de las etapas de su vida y un buen grupo de peticiones a cara descubierta. Se refieren principalmente al personal del mundo sanitario, a los posibles donantes de órganos, a los pacientes de enfermedades raras, a los políticos, a los que fingen enfermedades, a los amigos perdidos en el camino y sobre todo a sí mismo. El libro es un ejercicio de introspección alrededor de la construcción de la felicidad, en ningún caso es un libro de autoayuda.
No es un diálogo, ya que solo habla Wicket; es una declaración de intenciones, un estriptis emocional en el que el protagonista se sincera con su interlocutor y le cuenta sin prisas lo que debe saber para comprenderle. Quisiera aclarar que la novela no pretende ser en ningún caso un manual, ni dar recetas de vida, sino un humilde relato que quiere ayudar a los demás. Wicket propone aceptarse, reconocer las limitaciones, trazar un plan de vida para disfrutar lo que se pueda y tener objetivos medianamente realizables. La novela intenta expresar con el máximo respeto a las personas que sufren la conveniencia de intentar vivir en el presente, de instalarse en las pequeñas cosas agradables que hacen de la vida un escenario que merece la pena ser vivido. Su propuesta se basa en tres pilares: “Proyectos, amor y esperanza”.
Ahora que tengo la oportunidad de hablar en público quiero recordar la importancia de no olvidar los orígenes, las fuentes, los cimientos; porque si olvidamos de dónde venimos, probablemente el destino será incierto o al menos solitario. Quise que la novela comenzase con una cita de Armando Palacio Valdés, un escritor realista del XIX, en la que decía: “cuando bordeamos un abismo y la noche es tenebrosa, el jinete sabio suelta las riendas y se entrega al instinto del caballo”. La importancia de la confianza, la lealtad, la constancia, la compañía y la entrega de aquellos que rodean al enfermo o al discapacitado son el instinto del caballo al que se entrega el jinete en las horas pantanosas de miseria.
El profesor Wicket es la persona que quiero ser, lo admiro por su valentía y su entrega, por su inderrotabilidad y su tenacidad. Es tozudo y mordaz a la hora de enfrentarse a la discapacidad y a la enfermedad. Es vital y fuerte, al tiempo que frágil y quebradizo. No tiene dobleces, es transparente, peligrosamente auténtico y enemigo de la hipocresía, especialmente del autoengaño.
Uno de los temas trasversales que atraviesa la obra es el amor, en todas sus formas. El amor como bálsamo reparador, como escudo de hoplita, como escalera, como espada afilada, como filtro y como brida. Del otro lado del binomio, la muerte, el miedo a la muerte, el miedo al dolor y al desahucio emocional. El miedo no se pierde, solo tienes una relación cordial con el mercenario apostado en la azotea que cada día falla el disparo. Te haces a la idea, vives con la enfermedad, optimizas tus recursos y te conviertes en la mejor versión de ti mismo. Lo mejor de todo es que percibes la vida con más intensidad y te das el lujo de saborear cada instante.
Varios medios de comunicación me preguntaban que qué he aprendido de la enfermedad. Pues muchas cosas, como todo el que sufre y vive su batalla en primera línea de trincheras. La enfermedad me ha hecho comprender la incapacidad que tenemos las personas de trascender a las vivencias de los otros, el egoísmo propio de las dolencias, el cariño de la entrega y la incomprensión de las coordenadas vitales del enfermo. La enfermedad es una lente de aumento, que muchos creen que deforma y otros piensan que aclara. He aprendido que la fragilidad física no es sinónimo de debilidad, que la debilidad es una actitud opcional, que la familia es el mayor recurso de un enfermo, que la enfermedad y la discapacidad son solo parcelas de nuestra identidad y que se puede ser feliz (aunque de formas distintas) a pesar de todo.
Me hizo tomar conciencia de las barreras arquitectónicas de la ciudad y de la naturaleza, de la invisibilidad de los colectivos dependientes, de la necesidad de invertir en investigación y del desafío que supone conseguir fondos para las enfermedades raras, al no ser rentables desde un punto de vista económico. Pero, especialmente, me hizo darme cuenta de que hemos convertido el mundo en un negocio al servicio de la mayoría, donde se hace un uso absurdo de la democracia y de la rentabilidad cuando se trata de atender a las necesidades imperiosas de las minorías. Es esencial que nuevas fórmulas como el crowdfunding aporten su grano de arena a la buena voluntad de asociaciones, federaciones y ONG que luchan contra las enfermedades, porque nadie está salvo; ya que cada uno escoja su motivo.
“El testamento vital del profesor Wicket” es una novela breve, que leída sin atención puede dudarnos una tarde, sobre todo si eres un devorador de libros, pero recomiendo hacer lecturas maceradas. He intentado que cumpla una función ostensiva, que ponga en la mente del lector imágenes vívidas, olores frescos, fotografías nítidas, texturas y sonidos para que sea el lector quien infiera el último contenido que debe ser destilado entre líneas. Breve, pero intenso, como el buen café que te despierta cada mañana. No era cuestión de hacer una crónica de miserias, sino un epistolario de emociones o un álbum de fotografías para el recuerdo. Los recuerdos son hijos del pasado, de un pasado azucarado y a veces deformado que nos permite sobrevivir al dolor y sobreponernos, e incluso volver a sonreír. Sin embargo, los recuerdos son importantes, tanto los buenos como los malos; pues de los buenos se alimenta la felicidad cuando estamos solos y de los malos se nutre la experiencia y el buen hacer. Este testamento es un grito colorido de rebeldía ante la palidez de la muerte que a todos iguala, frente al sufrimiento que a todos merma y frente a la derrota que a todos acecha. De mayor, quiero ser como el profesor.
Por último, recordar a los buenos amigos que perdimos en el camino (pero no de la memoria) y hacer hincapié en una idea con la que empecé mi intervención. Gracias por acompañar a este joven profesor al que tanto le queda por aprender. Gracias a cada uno de vosotros porque hay cientos de posibilidades alternativas a este evento, pero me habéis regalado un trozo de vuestro tiempo, de vuestro limitado e irrestituible tiempo. Espero que la novela cumpla su cometido, espero que la disfrutéis y que si esto sucede que le habléis a vuestros amigos del Profesor Wicket. Muchísimas gracias.