El miedo forma parte de la naturaleza humana. Es algo común, innato, con lo que convivimos la vida entera. Es, también, lo que nos diferencia. Unos tienen más, otros menos; algunos lo combaten, otros lo ignoran. Hay quienes lo integran en su vida como al concubino que prefieren no mostrar en público; y quienes lo acogen como al compañero de viaje con el que de vez en cuando echan pulsos.
Emprender está directamente relacionado con este miedo y sus diversas formas de relación. Si mantienes una comunicación estrecha con el miedo, puedes gestionarlo. Mi padre solía decir que “al miedo, como al enemigo, mejor tenerlo cerca para controlarlo”. El temor a emprender es, en el fondo más profundo de uno mismo, el temor al propio yo en mitad de un desierto desconocido.
Ese desierto imaginario tiene la ventaja de la inmensidad: el horizonte, raras veces se vislumbra en toda su dimensión. Y también de los oasis que llenan de luz y vida la mirada del caminante.
Esta foto la hice yo misma, hace pocos años, en el desierto de Riad, la capital y ciudad más grande de Arabia Saudí, que fue levantada sobre una gran meseta rodeada de oasis y de la arena de un enorme desierto.