Los dos últimos años de la primera década han sido duros. Los problemas de crecimiento no siempre se resuelven sin traumas. Ocurre en casi todas las empresas: tras esos primeros siete años de emocionante expansión, las cosas empiezan a transformarse y acaban cambiando de aspecto. Ya no son lo que eran.
La crisis ha hecho mella en el sector, algunos clientes transmiten su intención de bajar los precios o dejar de contratar cualquier servicio externo. Hay empresas que han cerrado oficinas y despedido a cientos de empleados. Lo vivo en medio de un desagradable ambiente interno en el que toca hacer ajustes. De cuentas. De equipo. Las empresas no son más que grupos de personas unidas en torno a un mismo proyecto económico para ganarse la vida. Personas alrededor de una vaca que intentan ordeñar. Hay vacas que dan más o menos litros de leche, de distinta calidad. Para que siga dando leche hay que cuidarla, sacarla a pasear, a pastar en un buen prado, hay que darla buen alimento. Las vacas también aprecian el cariño. La vaca, para que dé leche, tiene que estar bien cuidada y alimentada. Dejamos a la vaca un poco triste, incluso abandonada. Hubo que tratarla con medicamentos para que recuperase la salud.
Nos la llevamos a otro lugar, más despejado, en el norte de Madrid, concretamente en Las Tablas y tuvo durante un período de tiempo buenos alimentos y mucho sol. Creo que está curada de malas hierbas, que vuelve a sonreír. De los problemas, o se sale fortalecido, o se perece. Esta empresa salió fortalecida, al menos en entendimiento y carácter.