Confianza. La busco debajo del miedo. Creo sin certeza
alguna ni evidencia. Confío ¿En quién? En mí. Si confío en mí, también lo haré
en ti y viceversa. Es mi conclusión: La confianza es el arma poderosa en la
empresa y en la vida; sin ella me lleno de angustia y las facturas no
llegan.
Si me cuestiono hasta el punto de sentirme incapaz, ¿cómo transmitir confianza?
He comprendido la fórmula; me he trabajado la infancia y todas mis pequeñas
miradas, las más bajas. A menudo, entre soplo y soplo de vida, me reseteo para
que no se me olvide la ilusión por crecer, por seguir, por contratar talentos,
por impulsar LoQueNoExiste y Medialuna como esa pareja perfecta y bien avenida
que merezco.
Desde hace tiempo, estoy en ese creer de ser incondicional a
mí misma. En realidad, eso es confianza: pensar que sí puedo, aunque no haya ni
señales de tierra firme, y el barco se balancee en un mar de marejada y
vientos.
Ha sido un año, este jodido 2018, como todos los jodidos años: lleno de idas y
venidas. Lo que pensé que sería no fue y, a pesar de todo, me crecí en la
esperanza. Desde lo más profundo, me celebro. He ganado fe en cada decepción y
agradecimiento en todos los nuevos contratos . Me he convertido en roca para
esquivar cualquier ola. Guardo la mayoría de errores en el cajón de mis
lecciones aprendidas. Otros, posiblemente los más grandes, los he tirado al
olvido para aligerarme de culpas
– “Estás como una cabra”, me han recitado este
mes con amorosa espontaneidad.
Me gustan los más sinceros y, sobre todo, las más sinceras de mi entorno; esas
que no esconden sus verdades ni juegan al doble lenguaje. Me gustan las
personas sin sinónimos, las que pueden llamarme cabra. Si serlo significa
confiar, elijo echarme al monte.
– “No te arrugues”, me digo también a menudo.
Esta frase me llega con viento fresco desde lo más alto, donde guardo los
sueños de prosperidad de mis padres. Me suena a música celestial, como una
canción que tararea siempre el mismo estribillo: “No te arrugues,
sigue, adelante, atraviesa más fuegos sin quemarte, pisa todos los cristales
rotos, de frente, desnuda en tu propia desnudez, con tu fe en Dios como único
escudo”.
Así, mientras me canto mi propia letra en la intimidad, me veo frente a
un limonero y a una fuente, rebosante de esperanza, afortunada.