Alma de poeta, puño de campeón
Sergio Sánchez, este boxeador madrileño ganador de importantes medallas en el ring y en la vida, padre del precioso niño de cuatro años que le acompaña en la sala del Instituto New Life, no está frente a mí hablando de su trayectoria vital por casualidad. Ha venido de conferenciante con un mensaje claro para que yo logre entender mejor a mi hijo Pablo, que cumple diecinueve años esta semana. “No creo en las casualidades sino en las causalidades”, dice el boxeador. Yo tampoco.
No me conoce de nada. No me gusta el boxeo. Confieso que me produce rechazo y que, incluso, me gustaría que Pablo cambiase de afición deportiva porque la idea de que le rompan la nariz me horroriza. Aunque le sigo pagando el gimnasio y guantea a diario, este deporte no es el mío.
Intento entender la relación entre mi hijo y la pasión de este boxeador profesional por lo que hace. La encuentro: descubro que son almas gemelas en sentimientos; seres que dicen casi lo mismo y de una manera muy similar en el tono de voz, la cadencia o la mirada:
“A Dios, no lo conozco. Creo en mí mismo”, dice Sergio.
En ese momento, mientras le escucho me ocurre lo mismo que con mi hijo: Siento ganas de decirle: “No te preocupes; aunque tú no conozcas a Dios, estoy segura de que Él sí te conoce a ti. Y te ama, eres un ser bondadoso, lleno de ternura”.
No se lo digo. Sí le pregunto por su madre, sus batallas y su manera de sentir las relaciones familiares: “Hay golpes que no se dan y duelen mucho más”, dice mientras habla de cómo ha conseguido vencer el miedo con un truco mágico e infalible viéndose ganador, positivo, seguro de la victoria; de lo importante que es evitar a las personas negativas, «esas que te tiran hacia abajo, esas que no creen en ti», dice.
Entonces me imagino a mi hijo Pablo sintiendo lo mismo con sus casi diecinueve años, soñando lo mismo, hablando de esa manera tan impactante y tan sabia: “Tú puedes conseguirlo, que nadie te quite la ilusión; rodéate de personas que crean en ti, apártate de las tóxicas porque no te van a ayudar a logar tus sueños”.
Me gustaría, ciertamente, que mi hijo aprendiera la lección de Sergio: “El fracaso no existe; es más fuerte el que aprende a levantarse de una caída que aquel que nunca ha tropezado”. Este boxeador madrileño tiene un sueño: “Estoy seguro de que alguno de mis chavales, alguno de los que yo enseño a boxear, será campeón del mundo”. No lo dudo, Sergio. Tienes corazón de campeón y alma de poeta.