En la última etapa de esta empresa, Edelman, en diciembre de 1998, casi nace mi hijo Pablo. Digo casi, porque estuve hasta el último día de mi embarazo a pie de cañón, como quien dice. Mis clases de preparación al parto fueron sustituidas por reuniones de nuevo negocio, formaciones de portavoces y papeles infinitos. Salvo cuatro citas médicas de rigor, que puse a final de tarde para que nadie notara mi ausencia, todo siguió al mismo ritmo, tan intenso como el de las agencias que no paran de facturar y de crecer en objetivos. Asumía la responsabilidad como si por mi cuerpo nada hubiera cambiado, sin respiro para no defraudar a nadie.
Mi cabeza, sin embargo, y mis objetivos profesionales (y vitales), empezaban a ser otros. Aquella libertad que sentía en mi interior no se correspondía con la presión que venía de fuera o que percibía en distintas formas de mensajes no siempre explícitos.
Fueron mis sentimientos, cargados de decepciones personales, los que me hicieron despedirme para cambiar de rumbo vital, fijar mi mirada en mi propia persona desviándola de aquella empresa que había sentido desde siempre como propia; de aquellas personas a las que había entregado todo mi esfuerzo, sin horarios, sin excusas y sin pausa. Lo entiendo ahora mejor que entonces. Quería ser aún más libre. Quería, sencilla y llanamente, no tener jefe, ser yo misma ante mis propias decisiones. Quería poder crear, inspirar y construir sin miedo, para otros y para mi misma. Dar mucho, pero también recibir. No solo dinero y trabajo. También confianza y respeto.
Mi frenético segundo embarazo, pensando bajo la luz de la luna de la terraza de mi casa tantas noches, trabajando largas horas, me estimuló la creatividad aún más: mi empresa, mi propia empresa de comunicación, decidí una noche de verano, se llamará Medialuna. Será española, independiente, libre, brillante. No dependerá de ningún jefe en Nueva York.
Mi pequeño Pablo -que de haber sido niña se hubiera llamado Luna- creció en mi interior y vino al mundo con un proyecto empresarial mezclado entre llantos de vida.