¿Qué transmite la palabra? Sincérese, ¿la asocia a vivencias estresantes o placenteras? Depende de su ángulo de mira. Si es usted quien organiza, profesional de los eventos, probablemente esté de acuerdo conmigo en la necesidad de cambiar de vocablo; de sustituirlo por otro más oportuno, como festejo, sarao o regocijo. Lo que dice el diccionario (acontecimiento imprevisto. Suceso) contradice el significado que tiene en realidad para una agencia como Medialuna, dedicada al arte de organizarlos. Los eventos, digo.
El evento, para que llegue a buen término, exige planificación minuciosa y método. Es para nosotros sinónimo de cálculo, agenda matemática, tiempos perfectos; previsión de ponte en lo peor, imagina que en el último momento… Cuando un veterano organizador de eventos entra en faena, ningún detalle queda en manos del azar o la sorpresa. En su lenguaje diario usa el por si acaso, el mejor dos escenarios que uno, el repuesto inmediato, el micrófono de mano además del inalámbrico. Por eso, evento, como tal, no deja de ser un dilema, una palabra mal usada en el sector de las agencias de comunicación y Relaciones Públicas. Hay que cambiarla.
Dedicarse profesionalmente a este oficio es cuestión de recursos humanos y de experiencia. También de asumir la convivencia, de compartir esfuerzos. La organización del evento requiere siempre cierta dosis de maestría a la hora de trabajar en equipo y de encajar cada pieza en su lugar, como si de un puzzle se tratara. Delegar las tareas, asumir la responsabilidad.
Recuerde los siguientes binomios: sorpresa-planificación; razón-emoción; poesía-lenguaje administrativo. Sea capaz de encontrar a los poetas, a los de las cien ideas infundadas o fantásticas; pero no se conforme con sus versos.