El cero tiene ventajas poderosas en cuestión de emprendimiento. El principio de Medialuna, hace ya 13 años, fue así: cero clientes y cero facturas. La primera ventaja de este ingenioso número es que te obliga a definir los objetivos y a calcular el presupuesto con prudencia y valentía. Debes saber, al escribir tu plan de negocio, cuánto tiempo resistirás hasta lograr emitir las primeras facturas. Todos los negocios son cuestión de resistencia, de aguante.
En junio de 2000 recuerdo bien que mi objetivo era ese: conseguir los primeros clientes. La tarea era compleja. Se trataba de arrancar una empresa sin robarle nada a nadie, sin el miedo común que lleva a muchos profesionales de nuestro sector a llevarse consigo (o al menos intentarlo) los clientes o recursos de la empresa que abandonan. En mi caso, la empresa que dejaba atrás, era Edelman, para la que había trabajado cinco años como directora general adjunta en España. Me alegro de cómo fue mi despedida como trabajadora por cuenta ajena. Recuerdo bien mi ausencia de miedo, mis 33 años, mis dos niños pequeños de uno y cinco años, Pablo y Dani; mi separación, la muerte de mi padre. Recuerdo todo aquello y, también, mi falta de miedo: Solo quería crear, partir de cero.
Medialuna empezó con las manos vacías y la cabeza llena. Como dijo alguno, “la moral pura tiene las manos limpias; su problema es que ya no tiene manos”. Recuerdo bien que lo que yo quería entonces era precisamente eso: agitar las manos, con libertad, crear, construir. No hay primer paso sin cero. La creación, surgiendo de la nada, siempre resulta prodigiosa.