Hace un lustro que casi nadie habla del divorcio empresa-familia. Pocos sostienen la tesis de que por encima del trabajo o la vida laboral está la personal, ese remanso de paz escondido detrás del felpudo de casa del que sale el sustento espiritual y emocional de todo trabajador. Ninguno defiende con tanta intensidad como antaño que el binomio empresa (negocio)- familia (ocio) ha de estar equilibrado, bien conciliado, para que la relación funcione. Nada de esto es cierto ni lo ha sido nunca a mi entender. Ese matrimonio (trabajador-persona) se ha declarado nulo. Nunca existió en realidad. Había una única figura, la del profesional-persona; ese que daba lo máximo de sí mismo tanto en casa como en la oficina; tan entregado a los hijos como a la pareja, a la madre o a los compañeros de fábrica, a su proyecto laboral, o a su empresa. O viceversa, tan poco devoto en ambas partes. Eran la misma persona, única e indivisible. Dramática situación la del paro. Sin casa. Sin ilusión de familia. Hoy presentamos en la Casa del Libro de Madrid Tribulaciones de un Directivo en Paro, de Miguel Ángel Aguirre. Todo un tema a debate. No se lo pierdan.