Los distribuidores convencionales de libros impresos- que no los editores, ni los autores- sufren la verdadera crisis del sector editorial de la que todos hablan con interés. Estos transportistas culturales han sido, hasta hace poco, los únicos responsables de que el libro tocable y tangible estuviera disponible en librerías, pequeñas y grandes. Los tiempos han cambiado para estos mensajeros culturales que sucumben en la nueva era digital, donde el sentido del tacto no existe, ni se aprecia; donde nada puede tocarse. Tampoco el libro, según vaticinan algunos interesados.
Ciertos visionarios tecnológicos y algunos poderosos grupos
editoriales- dispuestos a conquistar el goloso mercado de la distribución del
libro digital- se han convertido en los nuevos mensajeros culturales. La
mayoría son expertos en informática e ingeniería de telecomunicaciones y
aseguran que el libro impreso tiene los días contados. También nos consuelan- a
los amantes de la literatura, a los autores y a los pequeños editores- diciendo
que tendremos el libro en la nube, en formato digital, y que todo en esta zona
platónica e intocable será mejor, más moderno, más fácil, más barato.
Aquellos románticos motoristas o camioneros ya no necesitarán echar gasolina ni
viajar, ni visitar al librero para mostrar la mercancía tangible de su última
novedad editorial. Ya no tocarán más los libros ni manosearán sus páginas. Los
nuevos distribuidores, expertos en tecnología, llamados Google, Kobo, Amazon,
libranda, todoebook…. tienen plataformas informáticas para vender sin menearse
de la silla, en vez de camionetas.
Veteranos libreros, como Popular Libros, o grandes cadenas de librerías, e
incluso grupos editoriales han querido sumarse a este movimiento llamado ebook
para no perder su oportunidad en este gran lugar llamado nube, creando
plataformas on line para hacer lo que otros hacían antes, pero sin vehículos ni
ruedas, ni viajes, ni conversaciones. Eso sí, casi al mismo precio que los
viejos transportistas: porcentajes de comisiones del 30% sobre la venta de cada
producto ahorrándose la gasolina. Un chollo monumental.
Editores y libreros saben bien que, de momento, el ebook no es rentable en
España porque falta cultura digital en los compradores. Pero están preparados
para la nueva generación de lectores- menos tocona que la anterior- que
preferirá descargarse un PDF a pasar páginas. Eso dicen. Los nuevos
distribuidores tienen preparado el plato para cuando llegue la tostada, a ser
posible con mantequilla y miel; confían en que el mundo, los futuros lectores,
preferirán el ebook al libro impreso. El dispositivo electrónico de lectura
será lo que marque la diferencia entre un libro y otro, esa funda pesada será
la portada que veremos mientras viajamos en metro hacia el trabajo.
¿Aman estos nuevos distribuidores tecnológicos tanto a los libros como los
antiguos transportistas? ¿Venderán más y mejores libros? Habrá que verlo.
También, si los amantes (de la literatura) prefieren tocar o no tocar. Está por
ver.