Las predicciones para 2012 no son alentadoras: seremos más
pobres que en 2011 y más de lo que lo fuimos en 2010, cuando la renta per
capita de los españoles, según los datos de Eurostat, se situó ocho puntos por
debajo de la media de los 17 países de la eurozona. ¿Estamos preparados para
seguir cayendo? Auguran que la tasa de paro, esta terrible losa que nos cae
sobre la espalda cada lunes por la mañana, aumentará hasta situarse incluso en
el 22 por ciento. Me pregunto ¿cómo es posible soportar a los hijos sin
esperanza, cobijados muchos de ellos en los techos de los abuelos; a los nietos
sin proyectos; a los profesores universitarios sin mensaje de futuro; a los
políticos sin discurso; a los médicos sin consuelo; a los empresarios sin
facturas?
A veces es preciso llegar al fondo de los hoyos más profundos para entender que
solo desde ahí uno no puede más que subir, pataleando o como sea. De la nada
surgió todo y todo fue tejiéndose con hilo malo, quebradizo y traicionero hasta
romperse por varios lados, mostrando agujeros terribles, algunos insalvables.
Toca volver a hilar, pero con nuevas hebras más resistentes a los malos aires,
menos contaminadas. Sobran los urdangarines que hacen la
competencia a las empresas que seriamente venden servicios de comunicación y
relaciones públicas; las mentiras de los brotes de colores, el victimismo de
los que, desde la opulencia, esperan que sean otros los que vengan a
salvarlos.
Dicen que es una crisis de valores. No. Es la crisis de los valores
destructivos, de la cobardía, de la codicia y de la mentira; la crisis de la
corrupción y el engaño de unos y otros, más preocupados por aparentar que por
construir un armazón resistente; la crisis de las hebras malas incapaces de
resistir en su base; la del ladrillo mal puesto y la de todos los ladrillos que
no se menean salvo para salir en la foto.
Nadie vendrá a salvarnos. Tendremos que hacerlo de nuevo, volver a tejer
nuestra economía con mejores argumentos: tesón, capacidad de trabajo, esfuerzo,
respeto a los demás, conocimiento, interés, vocación por contratar. Cada
empresario de este país, por pequeño que fuera, debería empezar este 2012 con
un objetivo personal en la dirección necesaria. Este es el mío: firmar un
contrato a uno de estos españoles que cada lunes por la mañana piensa que su
vida pasa sin gloria alguna, a pesar de sus esfuerzos, de la confianza y la
ilusión que un día tuvieron, tal vez, sus padres, sus abuelos, él mismo, la
sociedad. Firmar la puerta de la esperanza a un profesional. Porque el trabajo
es eso: esperanza, ilusión, proyecto de vida y capacidad para ser un hombre o
una mujer libre. Que nadie nos diga lo contrario.