De este mar guardo recuerdos profundos. Pensamientos. Horas muertas. De esas que escasean tanto ahora. Solía mirarlo de niña, sentada en el muelle de Santander, con las zapatillas colgando, imaginando otro mundo, adónde iría de mayor, qué mares surcaría y con quién. Una tarde, la recuerdo bien, la zapatilla se me cayó al agua y tuve que volver a casa andando descalza. Es el mar cantábrico. Nada monótono, distinto en colores, según los vientos. Me gusta cuando azota el viento sur, caliente, veloz, que despeja el paisaje de fondo y puede verse, frente a la bahía, Peñacabarga, Pedreña, incluso Somo. Después del sur suele llover y el mar se calma y se oscurece. Este es mi paisaje, el más inspirador. Me voy esta semana de vacaciones. Desde allí tal vez escriba.