He aprendido que la cantidad de amor en una empresa es directamente proporcional a su positivo o negativo resultado. Deberíamos tener un termómetro interno para medir estas proporciones cada mañana. En función de la dosis de bien y mal (entendido como amor y odio) los números acaban subiendo o bajando. Incluso en adversas circunstancias, sobreviven aquellos que tienen más energía positiva. Les parecerá algo simple, pero créanme: cierto. En ambientes desagradables acaban sufriendo todos, empleados, empresarios, clientes y proveedores. El desánimo espanta a los números. ¡Del ánimo depende casi todo!
No voy a seguir con esta idea de la vaca y el amor para no parecer una frívola, pero les diré lo último: mi vaca, aunque ya no es tan joven como en la década anterior, es una buena vaca. Tenemos buenos pastos y nos ocupamos de ella con la suficiente paciencia y animosidad. Da suficiente leche. E incluso ha tenido terneros. El futuro por delante. Los nuevos ternerillos son muy graciosos, entretenidos. Están divirtiéndose mucho con campañas digitales, metidos hasta el hocico en las redes sociales. Dan sus frutos.
Afortunadamente, pasaron los tiempos de flaquezas y malas hierbas. Aunque hay que permanecer vigilante, aprender de lo vivido para tener siempre a mano las vacunas necesarias. Desde la nueva oficina, más funcional, de techos altos y espacio generoso, las cosas se ven de otra manera. La crisis la afrontamos con imaginación, nuevos servicios, mucha eficacia, rapidez y resultados. Las empresas necesitan de nuestros servicios para seguir en la brecha. La comunicación es más necesaria que nunca.