El empresario lo es por inconsciente
Sigo mirando hacia atrás y no sé en realidad qué fue lo que me empujó a seguir. Creo que no ser en realidad del todo consciente del peligro. Tal vez sólo un inconsciente se convierte en empresario en época de crisis, sin apoyo familiar, siendo madre de dos niños de 1 y 6 años, y con poco dinero. No sé si podría hacerlo ahora de nuevo, sinceramente. Con esto no pretendo desanimar a nadie, sino mezclar la memoria presente y pasada. Entender las claves del principio. En lo único que confiaba era sin embargo en mi profesión, en lo que sí sabía hacer y había hecho en otras compañías durante los diez años anteriores.
Había dejado mi antigua empresa -Edelman Public Relations Worldwide- después de cinco años como subdirectora y la experiencia de haber trabajado doce horas diarias con mucha responsabilidad, en el lanzamiento de marcas al mercado, gestionando relaciones con medios de comunicación, fichando a ejecutivos, trabajando en formación, en promoción. Había tenido un jefe muy delegador, sin duda. Gracias a él aprendí a sobrevivir y a tomar decisiones independientes. Tenía en mi cabeza un plan, rondando durante un año completo, un plan de negocio fundamental para arrancar -ahora que lo recuerdo- Medialuna o cualquier pyme, sin duda. Me fui de la empresa con la impresión de haber cumplido, de no llevarme nada ajeno, de haberme entregado. A menudo creo que para ser empresario, conviene ser buen empleado, porque en el fondo tú eres y serás el primer y principal trabajador de tu propia empresa.
Les diré los puntos que incluía, el bendito plan Medialuna 2000-2002. El presupuesto de los primeros meses, ya lo conocen:
Como consideraciones iniciales, implicaba el respeto a los clientes de mi antigua empresa. Era un punto de partida. Un cero inicial, el número de la creatividad. Aunque pueda parecer una noñada, no lo és. La honestidad siempre he considerado que es rentable a medio y largo plazo. Había visto en mi sector sufrir a muchos por las marchas de ejecutivos llevándose clientes y negocio de su antigua empresa. Ni siquiera lo pensé. Tenía el conocimiento y la experiencia de haber ayudado a construir, a no restar, a sumar, y así quería empezar, sin restar a nadie. Sin rencores.